En las últimas décadas, el modelo educativo tradicional ha cambiado radicalmente. Formar a los jóvenes para el futuro no solo implica elegir una carrera, sino diseñar un proyecto de vida flexible y alineado con un mercado laboral en constante evolución. La revolución digital, la automatización, y la aparición de nuevas industrias han hecho que muchas profesiones de hoy no existieran hace diez años, y que las habilidades blandas y la capacidad de adaptación pesen tanto como los títulos.
Frente a este nuevo contexto, los adultos —padres, docentes y líderes del ecosistema educativo financiero— debemos actualizar nuestra forma de acompañar a las nuevas generaciones. No basta con sugerir profesiones tradicionales ni aplicar el test vocacional en el último año del colegio. Comprender los cambios del entorno y las nuevas reglas del juego es clave para apoyar procesos de elección más informados, conscientes y alineados con el futuro.
La educación ya no es lineal, ni la vocación se define una vez
La educación superior ya no sigue un modelo único. Hoy conviven programas técnicos, universitarios, cursos en línea, formación híbrida y certificaciones internacionales. Carreras como medicina, derecho o ingeniería siguen siendo relevantes, pero cada vez son más comunes las opciones relacionadas con inteligencia artificial, biotecnología, sostenibilidad, economía circular o industrias creativas.
Además, el mercado laboral ya no garantiza estabilidad con una sola carrera. La reinvención profesional es una constante: cambiar de rumbo, complementar estudios o explorar nuevas áreas forma parte del camino profesional. Lo importante ya no es solo “qué estudiar”, sino “cómo aprender a lo largo de la vida” para adaptarse a un entorno cambiante.
Acompañar sin controlar: un nuevo rol para los padres y adultos
Hace un año acompañé a mis hijos en este proceso de elección, y confirmé que hoy no se trata de imponer una ruta, sino de abrir posibilidades. A diferencia de mi época -cuando un test vocacional y una rápida conversación bastaban para definir el camino- esta vez quise que el proceso fuera distinto: más reflexivo, más libre y más alineado con quiénes son ellos y lo que quieren construir.
El modelo educativo de hoy exige otra actitud de los adultos. Nuestro rol no es proyectar nuestras propias expectativas, sino crear espacios de conversación, permitir la duda, y validar la exploración. No se trata de definir un destino, sino de acompañar un proceso. Escuchar más que imponer. Preguntar más que afirmar.
¿Cuándo empezar a hablar de futuro profesional?
La vocación no aparece de un día para otro. Se construye con experiencias, errores, intereses, preguntas y referentes. Hablar con los hijos desde edades tempranas sobre lo que les gusta, lo que los mueve, los problemas que les gustaría resolver, puede sembrar la base de decisiones más sólidas. Esperar a grado 11 para hablar de carrera es llegar tarde.
En casa, creamos un ambiente donde era válido no saber, cambiar de opinión, incluso tomarse un año antes de entrar a la universidad si eso ayudaba a tomar una mejor decisión. Puede sonar arriesgado, pero si ese tiempo se utiliza con propósito —trabajar, viajar, aprender un idioma, hacer voluntariado— puede ser profundamente formativo.
Validar la duda y aceptar decisiones inesperadas
Dudar no solo es normal, es necesario. Incluso después de haber empezado una carrera, los jóvenes pueden descubrir que no es lo que esperaban. Y está bien. El mundo profesional ya no castiga el cambio, lo reconoce como una señal de evolución.
También debemos prepararnos para elecciones que no coinciden con nuestras ideas. Pero lo esencial es comprender que cuando una decisión se toma desde la autenticidad y la pasión, las probabilidades de éxito —personal y profesional— aumentan. En lugar de rechazar la idea, lo ideal es formular preguntas como: ¿Qué te apasiona de esto? ¿Qué futuro te imaginas? ¿Qué impacto puedes tener desde ahí?
Prepararlos para elegir… y para reinventarse
Hoy más que nunca, elegir carrera es solo el primer paso. Lo importante es que los jóvenes desarrollen habilidades para decidir bien en distintos momentos de su vida. En un mundo cambiante, eso implica pensar estratégicamente, adaptarse con rapidez y aprender de forma continua.
Como adultos, acompañarlos en ese proceso requiere más confianza que control, más escucha que juicio. Porque al final, más que ayudarles a elegir una carrera, se trata de ayudarlos a construir una vida con sentido.
Por: Marta Montero, CEO One2credit
Excelente análisis